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jueves, 22 de abril de 2010

EL VELO

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Desde los medios de comunicación occidentales, la geopolítica se maquilla con alta costura y mujeres cubiertas con velo o burqa son proyectadas como el emblema de la tiranía de ciertos regímenes en particular y, en general, del Islam. Cuando por ejemplo desde el Pentágono se habla de derrocar a algún gobernante del mundo musulmán, se yuxtaponen esas imágenes de mujeres con el rostro cubierto para dar a entender que, con las bombas, habrá de llegar la liberación (para las mujeres y por extensión, para toda la población).
Suele confundirse, desde la perspectiva occidental, modernización (y occidentalización) con liberación. Por esa razón, siempre desde esta óptica, se asume que una mujer que vive en un país islámico y adopta una vestimenta occidental de por sí es más "emancipada" que una que viste ropas tradicionales. Pero, como señalan varias feministas musulmanas, suele darse lo contrario: por ejemplo, una operaria de fábrica palestina, que viste ropas tradicionales y cubre su rostro suele ser, a la vez, activista política en el underground, en tanto que, por ejemplo, una señora egipcia que usa ropas de un modisto italiano puede, en realidad, estar viviendo una vida de absoluta sumisión a su esposo, sin voz en ningún ámbito. En este sentido, se pude llegar a sospechar que esos velos que, en tiempos de guerra, muestran obsesivamente las cámaras de Occidente dicen lo contrario, en muchos casos, de lo que quieren hacer decir.

Tanto las mujeres provenientes de países islámicos como las conversas a la fe de Mahoma nacidas en Occidente, insisten en que la asunción del velo -que implica sometimiento a la voluntad de Alá de que las mujeres sean "modestas"- llega a ser un acto liberador. El velo las protege de las miradas y el acoso de los hombres y, fundamentalmente, estaría cumpliendo con la prescripción del Corán, en la medida en que, encubriendo la belleza física personal, destaca la individualidad así como la completud de la mujer, a menudo opacada por el énfasis que se pone en su apariencia. Las feministas musulmanas insisten, además, en que el empleo del velo varía de acuerdo al momento y el lugar. Las activistas de Arabia Saudita, por ejemplo, han reivindicado la utilización de un tipo especial de velo; las iraníes, por otra parte, lo asumieron como señal de protestas ante el régimen del shah, que fuera derrocado por la revolución islámica de 1979. Dentro del mundo musulmán, la vestimenta de las mujeres implica un gesto integrador, pero fuera de él puede convertirse en lo contrario. Así, es frecuente que el chador, que toca la cabeza de las musulmanas que viven en Occidente -incluso aquellas de ascendencia occidental- las haga víctimas de discriminación.
Lo que se hace inocultable es que aquellos ajenos al contexto en cuestión no deberían aferrarse a un aspecto de las culturas de otros pueblos, ni efectuar juicios sobre lo que ven, si no entienden el cuadro completo. Del mismo modo, nadie puede descansarse y asumir que la lucha por la igualdad de las mujeres ha sido ganada, sea que éstas usen un velo o no, o sea que se trate de su elección o deje de serlo. La opresión sobre las mujeres, cualquiera su color o credo, es todavía un factor primordial que impide a muchos países alcanzar todo su potencial.
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